28. Providencia


La Paneuritmia, como los ejercicios de gimnasia cotidianos, termina con los gestos de bendición. Nuestras manos se elevan hasta el plano divino donde reina la unidad. Cuando vuelven a descender, conducen las benditas corrientes sobre nuestro cuerpo, separándose según la ley de la polaridad, que es la ley de la manifestación.

“Que la paz de Dios reine en nuestros corazones

Que su puro júbilo y su santa alegría brillen en ellos”

Esta oración es espléndida: deseamos la presencia de Dios en nuestros corazones y que nos atraviese el resplandor de su alegría y de su gozo: es decir, la coronación de nuestro trabajo.

Sabemos que la acogida favorable de este deseo alcanza igualmente al número infinito de seres que están unidos a nosotros. Por eso nos saludamos los unos a los otros en esta exaltante certidumbre, y nuestra mano levantada trasmite al Creador, al sol y a la naturaleza viviente nuestro reconocimiento y nuestro amor.

Conclusión

Una mañana, después de haber visto a los hermanos y a las hermanas bailar, el Maestro les dijo: “Siento sobre vosotros todos los buenos efectos de la Paneuritmia. Veo ya un afianzamiento en vuestros rostros. Todavía hay altibajos, sois todavía, a veces, inestables, y es por lo que tenéis que continuar con vuestros esfuerzos. La vieja naturaleza se defiende y sabe cómo hacerlo con todo tipo de argumentos. Pero creedme, no hay que ceder delante de esta vieja naturaleza, hay que vencerla, es decir ponerse al trabajo. Ellas os proporcionaran todos los materiales que necesitáis para construir vuestro futuro. No cedáis.

Cuando volváis a vuestro hogar, tendréis que seguir estando frente a vuestra naturaleza inferior y decirle: “Esto es todo, esta Enseñanza me ha dado armas (es decir reglas, métodos) para tenerte a mi merced”. Cada día tendréis que librar nuevas batallas, pues las luchas no acabarán tan fácilmente, siempre habrá combates. Pero si sois constantes, vigilantes, siempre saldréis vencedores”.

Lo que el Maestro dice aquí sobreentiende que para transformarnos, tenemos que poseer muchos otros conocimientos.

Una vez más, permitidme repetirlo: no es danzando simplemente la Paneuritmia como alcanzaréis las cumbres de la vida espiritual. Yo que la bailo desde hace cuarenta años no vayáis a pensar que pretendo haberlo alcanzado. ¡Pero el Alto Ideal esta aquí , me sonríe, sigo estudiando la Enseñanza, esforzándome en vivirla, y danzo…lo más a menudo posible!

Sin embargo, espero haberos convencido de que si buscáis transformaros, la Paneuritmia es una herramienta que os será útil desde el principio de vuestra empresa hasta la completa realización de vuestro ideal. Según las épocas, ciertos movimientos os “hablarán” más que otros. Pero hay que danzar la Paneuritmia siempre enteramente. Lo que de momento sobrepasa nuestra comprensión se inscribe en alguna parte de nosotros, la huella se va precisando en cada repetición y, más adelante, la conquista de nuevos escalones nos será facilitada.

No olvidemos que esta transformación sólo es posible gracias a un agente formidable, al cual debemos de rendir un supremo homenaje. Así como el trabajo del alquimista, nuestra evolución depende del fuego, del fuego del espíritu, del fuego sagrado, de “la Fuerza fuerte de todas la fuerzas”, de la que habla Hermes Trismegisto, que sube y baja para “hacer los milagros de una cosa única”. Esta Fuerza que es el Amor, que es la vida, la Vida Divina, ilimitada, toda poderosa, desciende de las alturas celestiales y se manifiesta en la infinidad de formas de la creación.

Cuanto mejor la entendamos, la respetemos y la dejemos brotar en nosotros, mejor la permitamos expresarse en belleza y plenitud, más nos acercaremos a la meta: la fusión con la Fuente en la cumbre de la montaña.