21. La Alegría de la Tierra


En “La alegría de la Tierra” el paralelismo de los brazos es importante, puesto que, como dice el Maestro Peter Deunov, el paralelismo de brazos expresa, de manera más evidente que en el ejercicio que le precede, el acuerdo entre el corazón y el intelecto que han aprendido a trabajar juntos. Y si el lado masculino encuentra en él libertad y poder (“Vencer”), el lado femenino experimenta paz, plenitud y alegría. El corazón se alegra de llenar de substancia las ideas emitidas por el intelecto, de darles forma y contenido, como la Tierra se alegra de transformar los rayos de sol en sabores, colores y perfumes. ¿Habéis oído cantar “La alegría de la Tierra “por la coral de las jóvenes hermanas? Es mágico. Este canto expresa verdaderamente la alegría de una tierra fértil que porta flores olorosas y frutos sabrosos que ofrece a todos. Es la alegría de una joven mujer colmada, que baila en el camino, radiante de alegría y de amor. Sin cesar piensa en su amado y le da las gracias. Ella depende de él y quiere servirle, pero él también depende de ella para realizar sus divinos proyectos, y la ama. “La alegría de la Tierra” es el florecimiento del eterno femenino que ha descubierto la felicidad en el sacrificio y la consagración, que ha encontrado su propósito llevando los frutos del espíritu, que se lanza hacia la suprema alegría, su fusión con el amado.

“Múltiples actividades pueden ser para el hombre una fuente de alegría, dice el Maestro, pero la mayor alegría, la mayor plenitud sólo puede alcanzarse en la fusión con Dios. El Creador ha dado a sus criaturas infinitas posibilidades de alegría, pero ha guardado la felicidad más grande para aquél que se esfuerza en fusionarse con Él. Y después, para que su alegría sea verdaderamente perfecta, quien ha vivido estos instantes de fusión y quien ha recibido las gracias divinas debe consagrarse a irradiarlas a su alrededor con el fin de beneficiar a los seres humanos, de ayudarles, de enseñarles el camino, de convertirse para ellos en un manantial, en un sol, que dan, que no cesan de dar”.

La Tierra da las gracias al sol, y el hombre da las gracias a Dios. Hay que vivir los gestos de los brazos adelante y arriba como un impulso de amor, de consagración, de alegría… pero también de reconocimiento. El discípulo nunca lo olvida: todas las riquezas de las que goza ahora, en parte gracias a sus esfuerzos, son en realidad dones del cielo. Nunca debe perder esta realidad de vista. El Maestro nos advierte de la obcecación del orgullo, y nos da el remedio de repetir varias veces al día la formula: “Gloria a ti, Señor”. Muchas veces contó cómo, siendo todavía muy joven, se dio cuenta de que su Maestro pronunciaba imperceptiblemente esta fórmula a lo largo del día, y esto le influenció considerablemente.