- Grandes Maestros enviaron un día a sus discípulos a una isla desierta

Grandes Maestros enviaron un día a sus discípulos a una isla desierta, diciéndoles: “Transformad y embelleced esta isla. Cuando hayáis terminado vuestra tarea, oiréis sonar una campana y será el anuncio de nuestra llegada”. Los discípulos se pusieron enseguida a trabajar: poco a poco hicieron de la isla un verdadero paraíso. Todo estaba preparado, magnífico, pero la campana no sonó. Aumentaron aún más la belleza de la isla, pero ninguna campana sonó. Entonces, turbados, inquietos, empezaron a rezar, a meditar y de pronto una luz brotó en ellos. ¡no habían construido un altar para el Eterno! Lo habían previsto todo excepto eso. Entones, inmediatamente se pusieron a trabajar. En el momento en el que el altar fue terminado, la campana sonó, y poco tiempo después los Maestros llegaron con solemnidad. Se llevaron a sus discípulos y colocaron sobre su frente un pentagrama luminoso, símbolo de las cualidades y de las virtudes espirituales. Naturalmente, este relato es simbólico, nos enseña que cualesquiera que sean las realizaciones sobre la tierra, el hombre no podrá considerar terminada su tarea hasta que no haya llegado a construir en sí mismo el altar del Señor, es decir, cuando haya llegado a manifestar las cinco virtudes del pentagrama: amor, sabiduría, verdad, bondad, justicia.